Roland Barthes, Obras Completas, Tomo III, « Non multa sed multum »
El artista no tiene moral, pero sí tiene una moralidad. En su obra se plantean las cuestiones: ¿qué son los otros para mí?, ¿cómo tengo que desearlos?, ¿cómo debo prestarme a sus deseos?, ¿cómo hay que mantenerse entre ellos?
Al enunciar cada vez, una sutil visión del mundo, el artista compone lo que su propia cultura alega (o rechaza) y lo que desde su propio cuerpo insiste: lo evitado, lo evocado, lo repetido: prohibido/deseado: éste es el paradigma.